:: Parroquia San Francisco Solano ::

sol1UNA SEDE AMBULANTE

El 1° de noviembre de 1929, siendo arzobispo porteño Monseñor Bottaro, comenzó a funcionar la flamante parroquia San Francisco Solano, erigida pocos días antes (12 de octubre) junto con la friolera de otras diecinueve. Era el resultado de la decisión del prelado, al asumir su cargo, de proveer asistencia espiritual a los barrios carentes de ella, crecidos bajo el influjo del aluvión inmigratorio, y expuestos a la influencia de las sectas y la ignorancia religiosa.

Destaquemos que buen número de las parroquias creadas carecían de asiento propio, otras no llegaron a funcionar y varias cambiaron de nombre.

En el caso de San Francisco Solano, provisionalmente se le asignó como sede la iglesia de Nuestra Señora del Carmen, ubicada en la calle Rodríguez Peña 840 y cuya historia se resume en una placa de bronce adosada a uno de sus muros: «Fundó este templo don Juan Antonio Rodríguez en 1840. Su hija, Petronila Rodríguez, ordenó su reconstrucción, que comenzó el 19 de junio de 1881 y terminó el 19 de junio de 1888». Acotemos que los planos de esta última obra los diseñó el Arq. Juan Antonio Buschiazzo.

Una vez que murió el fundador (1845) se estableció un patronato, que pasó a ser conducido por su hijo Juan Andrés. Fallecido éste en 1881, la titularidad se trasladó a su hermana, Petronila Rodríguez. Luego, por voluntad testamentaria de esta última, el privilegio quedó en cabeza de la Madre Benita Arias -fundadora de las Siervas de Jesús Sacramentado- hasta su muerte, acaecida en 1894. A partir de entonces pasó a la curia metropolitana, quien condujo la antigua capilla por medio de Rectores hasta su conversión en parroquia, lo que ocurrió recién en 1986.

El templo exhibe un exterior ecléctico y un interior neoclásico, con tres naves y amplias tribunas, Mide cuarenta y un metros de largo por veinte de ancho, alcanzando su torre una altura de cuarenta y cinco metros. Es una espléndida construcción religiosa, lamentablemente oculta hoy por los edificios levantados junto a ella.

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En el momento de ser creada San Francisco Solano, era Rector de Nuestra Señora del Carmen el P. Ernesto Vallazza, quien fue también designado primer titular de la flamante parroquia. Ésta se inició con un matrimonio el 2 de enero de 1929, seguido por un bautismo tres días después. El grueso de la feligresía rondaba la zona de las Avenidas Córdoba y Callao, inmediata al lugar donde estaba emplazado el templo.

Pero, poco tiempo después de su erección, se produce la expropiación y subsiguiente demolición de la ancestral iglesia de San Nicolás de Bari, seguida por la construcción del obelisco en su lugar, inaugurado en 1936. En consecuencia, se hizo necesario levantar una nueva sede para aquella, que se edificó esta vez en Avenida Santa Fe 1352, a seis cuadras de distancia de San Francisco Solano.

Dada la notoria proximidad entre ambas, con la consecuente superposición de jurisdicciones, y teniendo en cuenta que el fin perseguido al crearse nuestra reseñada parroquia era atribuirle un radio de acción en el sur de la ciudad, el arzobispado decidió el 27 de enero de 1932 darle como nuevo destino la Casa Social Católica, es decir, el ámbito de reunión del flamante microbarrio Mihanovich, que incluso comprendía un cine. Así fue como Parque Avellaneda se convirtió en su segundo asiento.

La parte dispositiva de la decisión expresaba: “Vistos los antecedentes y estudiada la situación que ha creado la expropiación de la parroquia San Nicolás de Bari, de conformidad con el parecer del Venerable Cabildo Metropolitano, venimos a disponer cuanto sigue: … trasladamos la parroquia San Francisco Solano al radio N° 91, asignándole los límites siguientes: Rivadavia, Lacarra, Directorio, Escalada, Irigoyen, vías del F.C.O. y Virgilio….Buenos Aires, 27 de enero de 1932. Mons. Santiago Luis Copello, Obispo de Aulón y Vicario General de Arzobispado”.

El predio destinado era fruto de una importante donación efectuada por Nicolás Mihanovich dentro de la llamada “Gran Colecta Nacional”, convocada por Monseñor de Andrea en 1924 con fines sociales. Permitió la creación de un microbarrio de casi una manzana de extensión, que llevó el apellido del donante, en una zona donde imperaba el descampado, las calles eran de tierra y proliferaban los galpones. Lo circundaba Avenida Escalada, Cunninghame Graham, Chascomús y Rodó.

Lo edificado era un complejo de dos hileras de diez casas dobles -o sea, unidas en sus extremos- conformando un total de veinte viviendas, todas ellas rodeadas por jardines.

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Efectuado el traslado, la nueva sede perduró desde 1932 hasta 1938. Por lo tanto, durante seis años el microbarrio y sus alrededores tuvieron parroquia propia, aunque no sería la definitiva, como veremos.

Fue entonces cuando el titular en funciones de San Francisco Solano, P. Sebastián Juan Zoppi (1929-1933), decidió encarar sin más dilación y con decidido empuje la recolección de los fondos necesarios para adquirir un nuevo terreno y construir el templo y la casa parroquial definitivos.

Lo logró, junto con el batallar de sus sucesores -P. Luis Brasesco (1933-1936) y Reinaldo Etschein (1936-1938)- y el 30 de abril de 1938 era consagrada por el cardenal Copello, en la calle Zelada 4771 del vecino barrio de Villa Luro, la sede final tan deseada.

Antes de instalarse allí, el barrio carecía hasta de un sencillo oratorio, por lo que -alrededor de 1930- se levantó provisoriamente una carpa de lona con piso de tierra a media cuadra del colegio Carlos Guido y Spano (Coronel Ramón L. Falcón 4801), donde catequistas pertenecientes a la “Congregación de Santa Elena” reunieron a alumnos de varias escuelas cercanas con el fin de prepararlos para la primera comunión y la confirmación. Gracias a ellas, los mismos recibieron su primera formación religiosa.

Luego del traslado, advino en el predio anterior de Parque Avellaneda un período de semiabandono, que concluyó el 8 de noviembre de 1950 al erigirse en el lugar la parroquia Santa María Teresa Goretti.

LOS AÑOS SIGUIENTES

Ya en su asiento definitivo, le tocó estrenarlo como primer párroco al P. Alfonso María Donnis (1938-1947), cuya fama de santidad trascendió los límites del barrio. Se lo recordó como un excelente y buscado confesor, bajo cuya conducción nacieron o se fortalecieron vocaciones religiosas como las de Mons. Juan Mario Phordoy (miembro del Consejo Pastoral Castrense), los Padres Ángel V. Mafezzini, Juan Manuel Curotto, Luis Sánchez, y, posteriormente, Mons. Osvaldo D. Santagada, párroco de San Gabriel Arcángel (Villa Luro). También ingresó con el mismo origen al seminario metropolitano Mons. Domingo Salvador Castagna, hoy arzobispo emérito de Corrientes. Llamó la atención en dicho instituto que de una persona tan sencilla y de una parroquia de los confines proviniesen tantos seminaristas.

La frágil salud del P. Donnis se deterioró a partir de 1942, por lo cual, avanzada la enfermedad, se trasladó a una casa de la vecina calle Cajaravilla, siendo asistido en sus funciones por el P. Edgardo Kolm, vicario parroquial. Cuando finalmente renunció a su cargo en 1947, fue nombrado Canónigo en el Cabildo Eclesiástico Metropolitano, órgano así llamado antes de ser sustituido por el Consejo Presbiteral Diocesano. Su fallecimiento se produjo el 9 de agosto de 1961.

Lo sucedió su vicario -el citado P. Edgardo Kolm- quien estuvo al frente de la parroquia hasta 1958. Fue un período destacado por su actividad material y espiritual. El P. Kolm, gran emprendedor, cambió con sus obras la fisonomía total del templo, estimulando todo lo relacionado con el esparcimiento, las labores de los fieles y las congregaciones. El salón (que se utilizaría para celebraciones, teatro, proyecciones de cine y otros usos), patios y otras obras fueron inaugurados en 1953. Los feligreses llegaron a participar como mano de obra, oficiando de carpinteros, albañiles, electricistas y cualquier otra actividad que fuese necesaria para concretar las iniciativas del párroco. Durante su curato se decoró el presbiterio con destacadas escenas de pasajes evangélicos, tema sobre el cual volveremos luego.

Captó con precisión a la vecindad, definida así por Alberto J. Humani: “La nuestra era una barriada humilde, de gente llegada de las afueras y también de muchos inmigrantes,…hombres solos -ahora formando emprendedores matrimonios- que, aprovechando lo barato de las tierras, al estar alejados de los poblados tradicionales y por haber aprendido los oficios de carpintero y albañil, fueron construyendo precarias viviendas a la que nunca les faltaban quintas de verduras y frutales. Traían una cultura incipiente, en muchos casos, por las dificultades del idioma, otros por haber llegado a la Argentina casi de adolescentes y sin haber tenido la posibilidad de la escritura. Peones, costureras, sirvientas, lavanderas, changarines, buscaron un porvenir algo mejor para sus hijos”.

El barrio celebraba cada 24 de julio la festividad de San Francisco Solano con una gran fiesta. La procesión era infaltable, seguida por una misa en el templo, y otras veces en el atrio, pues congregaba una gran multitud. La cuadra se llenaba con una especie de feria, donde había kioscos que ofrecían imágenes, estampas y rosarios, alternando con puestos de rosquillas, platos caseros y atractivas comidas…

Cuando el P. Kolm fue trasladado en 1958 a la parroquia Sagrada Eucaristía y luego a Santa Julia, la cual condujo durante 27 años, buen número de sus antiguos feligreses siguieron frecuentando su trato. Designado Prelado de Honor de Su Santidad, con el tratamiento de Monseñor, falleció el 24 de febrero de 2004 a la edad de 90 años.

Sus sucesores realizaron variadas obras para mejorar la parroquia y sus dependencias, las que parcialmente iremos mencionando en la parte descriptiva del templo.

Concluimos esta parte indicando quienes estuvieron al frente de San Francisco Solano desde entonces:

1958-1962: P. Enrique Costa

1962-1965: P. Alberto Albisetti

1965-1980: Mons. Jorge Vernazza

1980-1983: P. Alfonso Schätti

1983-1985: P. Juan S. Carlomagno

1985-1988: P. Ricardo E. Ochoa

1988-1993: P. Ignacio L. Grohar

1993-1993: P. Jorge Herrera Gallo

1993-1999: P. Rubén Edalián

1999-2005: P. Rafael Marino

2005-2017: P. José María Pichel

2017- …… P. Marcelo Campesi

EL TRÁGICO SUCESO

El 11 de mayo de 1974, pasadas la 20, cuando estaba por subir a su automóvil estacionado en la puerta del templo, fue muerto a balazos por varios hombres el P. Carlos Mugica, quien acababa de celebrar misa. Tenía 43 años de edad.

Lo acompañaba un amigo -Ricardo Rubens Capelli- quien también recibió disparos. Trasladados ambos al entonces hospital Salaberry, donde hoy se halla una plaza homónima, la gravedad de las heridas del P. Mugica no le permitieron sobrevivir, pese a una operación de dos horas que intentó salvarle la vida. Capelli tuvo mejor suerte.

Un largo debate público se instaló desde entonces sobre la autoría del crimen, aunque judicialmente le fue atribuida a la organización Triple A.

Su biografía nos recuerda que era porteño de nacimiento, cursados sus estudios secundarios en el Colegio Nacional de Buenos Aires, del que egresó en 1948. Comenzó luego la carrera de abogacía, que abandonó a los 21 años para ingresar en el Seminario Metropolitano siendo ordenado sacerdote por el Cardenal Caggiano el 20 de diciembre de 1959. Sus primeros destinos lo llevaron a la diócesis santafesina de Reconquista y a la porteña parroquia Nuestra Señora del Socorro como vicario cooperador. También participó muchos años en la vida parroquial de San Francisco Solano, donde oficiaba la tradicional misa vespertina de los sábados hasta que ocurrió su asesinato, reemplazando también al párroco durante los meses de verano.

Su accionar lo llevó a vincularse con grupos universitarios que conformarían a la postre la organización armada Montoneros. Adherido al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, abrazó también la causa del justicialismo, participando en el viaje aéreo de la comitiva que trajo de vuelta a Perón al país en 1972.

Su popularidad y alta exposición pública le atrajeron tanto fervientes adhesiones como enconos irreconciliables. A partir de 1973 se distanció de la línea armada del movimiento guerrillero. Dejó también su cargo de asesor ad honorem en el Ministerio de Desarrollo Social por diferencias con el titular de la cartera, José López Rega.

La imagen en cerámica del sacerdote y una placa contigua, al costado del ingreso a la secretaría parroquial, recuerdan el trágico suceso.

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UN ILUSTRE PARTÍCIPE

En materia más grata, varios autores y artículos periodísticos recuerdan que, mientras cursaba su año inicial en el Seminario de Villa Devoto, y antes de ser sometido a una operación quirúrgica en el pulmón derecho que obligó a su extracción parcial, el joven Jorge Mario Bergoglio fue partícipe frecuente de la vida parroquial en San Francisco Solano. Más concreto, el Dr. José María Vecchio -destacado feligrés- nos relata que en la década de 1960 la familia del futuro Papa tenía su domicilio en Av. Rivadavia al 8800, dentro de la jurisdicción parroquial, y quien sí concurría habitualmente a las reuniones del grupo de jóvenes era su hermana Marta, casada posteriormente con Enrique Narvaja, de cuyo matrimonio uno de sus hijos -José Luis- es hoy sacerdote jesuita.

En cambio, cuando fue designado Vicario Episcopal de la Zona Flores (1992), el entonces Monseñor Bergoglio tuvo una relación más estrecha con San Francisco Solano, a la cual visitó pastoralmente durante siete meses, asistiendo a las reuniones de la junta parroquial bajo el curato del P. Jorge Herrera Gallo. Testimonio de esa proximidad es la imagen de San José entronizada en la sala de espera de la secretaría, que él mismo compró, instaló y bendijo.

Por todas esas circunstancias, no pocos fieles llegaron a pensar que el santo patrono influyó en el nombre que adoptaría después el Papa argentino…

DESCRIPCIÓN DEL TEMPLO

San Francisco Solano es un típico templo neo románico, basilical, de arquitectura y ornamentación sencillas, donde no existe decoración exterior ni interior que requiera una descripción especial de sus características.

Su fachada exhibe una triple arcada de medio punto, sostenida por medias columnas, constituyendo el arco central el pórtico de ingreso al templo, en tanto que los restantes sirven de marco a dos destacadas imágenes de cerámica, a cuyos pies se leen sendos ruegos: a la izquierda, la de Nuestra Señora de Luján (“Proteged nuestros hogares”) y a la derecha, la del patrono, San Francisco Solano (“Santificad vuestros feligreses”). Las mismas fueron colocadas durante la conducción del P. Edgardo Kolm.

En la iconografía del santo se observa -junto con la cruz- su infaltable violín, instrumento indispensable en su tarea evangelizadora con los indígenas.

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El campanario está conformado por una torre de tres plantas, la última de las cuales se abre al exterior por medio de tríforas en cada uno de sus cuatro lados, conteniendo dos campanas que se utilizan para las celebraciones. Una de ellas tiene grabada la siguiente súplica: “Rogad por nosotros, su Eminencia Cardenal Copello”.

Precisamente, en el comienzo de la torre campea el escudo del arzobispo, clásico en las parroquias por él erigidas o construidas durante su conducción. Uno de los símbolos que lo caracteriza es la presencia de San Isidro Labrador, ayudado por un ángel en la tarea del arado, rasgo iconográfico que recuerda el lugar de nacimiento del cardenal Copello.

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El templo fue edificado por el Arq. Carlos C. Massa, como lo fue la mayoría de los creados por el cardenal. Actuó como empresa constructora José Infante y Cía.

Pasada la reja de entrada, ingresamos al nártex, el cual ocupa la totalidad del sotocoro. Ya en él, enfrentadas en sus extremos hallamos dos hornacinas vidriadas que contienen las efigies de San Cayetano con el Niño y Nuestra Señora de Luján.

La entrada al templo está enmarcada por un gran arco rebajado -bastante habitual en el estilo arquitectónico elegido- cubierto por un vidrio Blindex, fijo en su parte superior y fraccionado debajo en seis divisiones, cuatro de las cuales permiten el acceso a los fieles.

Una vez en el interior, lo primero que observamos es su división en tres naves, separada la central de las laterales por siete arcos de medio punto, sostenidos por sólidas columnas dóricas de fuste liso. Los arcos se destacan por los ladrillos a la vista que los decoran. El techo de la nave central es de cañón corrido y su altura es más elevada que las laterales.

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Antes de comenzar nuestro trayecto por la nave derecha, al costado de la puerta de acceso y pasada una vistosa pila de mármol beige con agua bendita, nos encontramos ante un templete que aloja a la Virgen de la Macarena, imagen que fuera donada a la parroquia por una feligresa. Debajo se lee: “Nuestra Señora de la Esperanza de Triana”. La sostiene una peana de mármol beige en cuyo centro se lee “Macarena”, aludiendo a advocación venerada en Triana, popular barrio de Sevilla.

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Inmediatamente después, una pequeña capilla contiene el cinerario del templo, habilitado y bendecido por el cardenal Poli en 2017 y al que ampara una estatua de Nuestra Señora de Luján, la que puede verse de frente por los transeúntes durante parte del día desde la ventana que da hacia la fachada del templo, siendo girada después en dirección a la entrada de la capilla.

En la parte superior de dicha entrada se halla una de las estaciones del Vía Crucis. Sobre ellas, acotemos que están distribuidas proporcionalmente entre las dos naves del templo: las siete primeras en la parte alta de la nave izquierda y las últimas siete en igual sitio de la nave opuesta.

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En los tramos restantes de la nave lateral que recorremos, se van alternando en el muro peanas con imágenes sagradas y estaciones del Vía Crucis. Es así como encontramos en primer lugar la efigie de Nuestro Señor crucificado.

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Le siguen otras dos iconográficamente inconfundibles: San Roque y Santa Lucía.

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Luego de sobrepasar un cuadro de Jesús Misericordioso, llegamos al último tramo, dedicado al altar del Sagrario. Éste ostenta una tapa de cobre artísticamente repujada donde están representadas la Última Cena y la crucifixión de Jesús, obra del P. Abel Osvaldo Contreras, vicario parroquial a mediados de la década de 1960, cuya inclinación estética le permitió dejar su impronta en las puertas del Sagrario.

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El altar de madera que lo sustenta era el único de ese material que tenía el templo antes de la reforma postconciliar y estaba dedicado a la adoración de Jesús de la Buena Esperanza.

Subimos ahora los dos escalones que nos conducen al presbiterio, profundamente modificado luego del Concilio Vaticano II, constatable mediante una simple comparación de visu entre su aspecto actual y el que ostentaba en la época del P. Kolm. Sobre este último, corresponde transcribir la descripción que realizó Alberto J. Humani en un trabajo citado entre nuestras fuentes bibliográficas: “Un espectacular “Altar Privilegiado”, construido totalmente en mármol, y, contrastando, del centro descendían tres hermosas arañas de luces hechas con la combinación de bronce y alabastro que iluminaban bellamente toda la superficie; de ese modo se destacaban frente al mármol y las pinturas. Las columnas del altar eran de un mármol ligeramente verdoso con vestigios blancos. El centro del altar era blanco tipo mármol de Carrara. Imponente, iluminado con luz neón y enmarcado en minicúpula blanca, se alzaba la imagen de San Francisco Solano, mientras que, a los costados, estaban dos altares con las imágenes de la Inmaculada Concepción y San José. Decir que era un altar espectacular no es exagerar. El friso del semicírculo que atravesaba todo el ancho de la cúpula central mostraba al Santo, dentro de un bello paisaje, dando la bendición a los indígenas. Los costados de la gran nave estaban decorados con guardas y motivos religiosos por lo que es bueno destacar que los hermosos murales cubrían toda la superficie del altar mayor, parte de los laterales, púlpito, coro y parte de los altares en que se veneraban otros santos. Esta maravillosa obra pictórica fue realizada por el eximio artista profesor Ahmentov”.

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El exhibido en la actualidad está desprovisto totalmente del antiguo ornamento, removido durante el curato del P. Vernazza, quien quiso focalizar la atención en el altar de la misa y la figura de Cristo resucitado, razón por la cual suprimió los altares laterales y cubrió las pinturas recién vistas. Esta reforma se realizó entre 1966 y 1967.

Hoy vemos allí el altar de la misa, la pila bautismal cuadrada -de mármol- el ambón de madera y dos imágenes ubicadas en los flancos que representan a San Francisco Solano y a Nuestra Señora del Carmen.

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Pero la mirada del observador es atraída por la moderna representación de Cristo Todopoderoso (Pantocrátor), dominando el centro del ábside y enmarcada por el característico cerco oval, idea del cielo abriéndose a las almas. La clásica imagen muestra tres de sus dedos de la mano derecha (símbolo de la Trinidad) unidos en actitud de bendecir, mientras que la mano izquierda exhibe -en esta versión- las letras alfa y omega, principio y fin de todas las cosas. Sus pies están desnudos, ostentando las marcas de la crucifixión, mientras que detrás de su rostro se perfilan los contornos de la cruz.

Presentada comúnmente como icono, es el símbolo bizantino típico de la Edad Media.

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Pasamos ahora hacia la nave izquierda del templo. Allí, en el sector exactamente opuesto al altar del Sagrario, se exhibe la efigie del Sagrado Corazón de Jesús. Tanto en este tramo, como en el situado enfrente, una araña de hierro con cuatro luminarias alumbra especialmente el ámbito.

Al proseguir nuestro trayecto, pasamos sucesivamente imágenes sobre peanas de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, San Expedito -de reducido tamaño- y San José con el Niño. Según adelantamos, se alternan con las siete estaciones iniciales del Vía Crucis situadas en esta nave.

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En el último tramo, un confesionario ocupa el espacio. Hubo antes otro de diseño más antiguo, inexistente ahora en el templo.

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Llegados al comienzo de esta nave, y paralelamente al muro donde -enfrente- se hallan el cinerario y la imagen de la Virgen de la Macarena, hay una puerta que permite acceder a la Secretaría y a la escalera que conduce al coro. A su lado, una pequeña representación de Nuestra Señora del Rosario de San Nicolás.

Una pila de agua bendita idéntica a la situada en el otro costado, da término al recorrido. Arriba de ella, una placa resume los datos de creación de la parroquia.

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Los vitrales que observamos en el claristorio suman un total de catorce; siete en cada nave. De éstos, cuatro son figurativos -luciendo dibujos geométricos en sus extremos y símbolos religiosos en el centro- alternándose con los otros tres que no lo son. Los ocho figurativos que en total ornan el templo representan al Cordero de Dios, a Jesús en el Huerto de los Olivos, al Sagrado Corazón de María, al Espíritu Santo (nave derecha), al escudo de la Santa Sede, a Nuestra Señora de Luján, al Sagrado Corazón de Jesús y a la Pureza de Nuestra Señora (nave izquierda).

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A su vez, el rosetón que luce la fachada del templo es de simple vidrio, transparente en su centro y coloreado en los bordes.

El coro no tiene uso actualmente. Estéticamente, se asoman sendos Menorah apoyados en los pilares que fraccionan la baranda de protección hacia la nave principal.

En cuanto a la iluminación natural, la misma está proporcionada por los vitrales antes mencionados y la luz que penetra por la arcada de acceso. La artificial la integran dos arañas de bronce, con alabastro en su parte inferior y nueve luminarias, procedentes de la época inicial del templo; ubicadas con simetría, alumbran el trayecto central. Son reforzadas por apliques de hierro de dos luminarias cada uno, colocados sobre las columnas que separan las naves.


Al repasar con nostalgia los tiempos pasados desde su inicio en la antigua capilla del Carmen hasta nuestros días, transitando por distintos barrios y sorteando tiempos difíciles, bien pueden decir los feligreses: “Solano tiene su historia”…

ERNESTO MIQUEO

FUENTES:

Vecchio, José María (Dr.): documentación detallada escrita y fotográfica (archivo personal).

Información oral y escrita proporcionada por Liliana Moscardi, secretaria parroquial.

Himitian, Evangelina: “Francisco. El Papa de la gente”, Editorial Aguilar, Buenos Aires, 2013.

La Nación”, ejemplar del 14 de marzo de 2017 (artículo: “La juventud de Bergoglio”).

P. Francisco Avellá Cháfer: “Diccionario biográfico del Clero Secular de Buenos Aires”, Tomo II, Buenos Aires, 1985.

P. Manuel Juan Sanguinetti: “Buenos Aires Católico”, III Edición, Buenos Aires, 1934.

Parroquia Nuestra Señora del Carmen – Centenario de la inauguración del templo (Edición parroquial). Buenos Aires, 1988.

Solano tiene su historia”, Boletín Parroquial (ejemplares varios).

Fotografía de la fachada del templo: Simón Tagtachián.

 

Un comentario sobre “:: Parroquia San Francisco Solano ::

  1. Hermosa la historia de la Parroquia. Aunque no vivo muy cerca (a metros de Lope de Vega y Álvarez Jonte) fui muchas veces al templo. Como amante del folklore argentino, visité en el noroeste varias capillas de este santo: el Humahuaca, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Santiago del Estero; es venerado y se dice que fue quien les enseñó a tocar el violín (los santiagueños son muy diestros en este bello instrumento). Y aquí estuve varias veces en su festividad. Pienso ir en Semana Santa. Muchas gracias: Beatriz Pérez Deidda- Email: sonetoluz@gmail.com

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