:: Parroquia Resurrección del Señor ::

resurreccion1I. En el corazón de Chacarita se encuentran dos iglesias equidistantes entre sí separadas por el parque Los Andes y la avenida Corrientes: “Todos los Santos y Ánimas” y “Resurrección del Señor” que celebran sus fiestas patronales con fechas especialmente significativas para el calendario católico pero también con el barrio al que popularmente se lo vincula al cementerio.

En 1886 don Agustín Comastri le vendió a Luis Cayol una fracción del enorme terreno que poseía, como estos parajes pertenecían al “Partido de Belgrano, Provincia de Buenos Aires” la escritura quedó inscripta en el Registro de Propiedad de la Plata. Frecuente por aquellos años el nuevo dueño loteó el lugar e inició la venta, los primeros compradores fueron Agustín Roverano,  Juan Mena y Ulrico Flagenbuch que se convirtieron en propietarios pero no se afincaron en el lugar.

La mayor adquisición la hicieron en sociedad Ramón Buhigas, Agustín Bardi y Juan Molina; en 1888 dividieron el lugar, correspondiéndole la mitad al primero y la otra a los dos socios, también lotearon y vendieron.

Los títulos de propiedad atestiguan los incipientes comienzos del barrio, se asentaba el número de lote, la letra de la manzana y los linderos; aparecen así las primeras “calle sin nombre” o “vía proyectada”. Si no había dueños, se asentaba el número de las otras fracciones; caso contrario, se asentaba el nombre de los mismos. Las mudanzas no eran frecuentes, así que por mucho tiempo se pudieron extender las escrituras de esta forma.

Como un rompecabezas incompleto hoy sólo sabemos que la manzana “B” estaba ubicada sobre la calle Dorrego “formando esquina a otra sin nombre” y lindaba con terrenos de un antiguo residente del lugar: Pedro Henestrosa. La “C” estaba rodeada por el Boulevard Colegiales (Lacroze), una calle proyectada, Henestrosa y la calle Washington (Guevara) limitando con la manzana anterior. La “H” se convirtió después en Lemos entre Dorrego y Leiva.

II. Casi finalizaba el siglo cuando se encendió como espiritual luz de guía “San Bernardo” (1896) construida por iniciativa de Salvador Benedit y llevada a cabo gracias a los obreros de la Fábrica Nacional de Calzado. La nueva parroquia abarcaba una extensa zona que hoy comprende varios barrios que se fueron poblando en forma similar. Por entonces los dueños de los primeros lotes ya habían vendido y comenzaban a establecerse “los primeros vecinos” que si podían compraban, las monedas juntadas en una  lata  o en el folklórico colchón se convertían en inversión a medida que nuevas fracciones se ofrecían a la venta.

También en el filo “entre siglos” Nicanor Méndez se asoció con la firma “Ernesto Tornquist y Cía” para comprar terrenos en la zona. En 1906 la Sociedad le vendió 11 partes indivisas a Méndez reservándose 7 de las que formaban el total.

En forma lenta comenzó a poblarse la manzana “A” rodeada por la calle Dorrego y “el Gran Boulevard Corrientes” que lo separaba del “Cementerio Viejo de la Chacarita, próximamente jardines” por donde pasaba el Tramway Rural.

III. La torre de “San Bernardo” seguía sobresaliendo en medio de las casas bajas pero comenzó a quedar alejada de los nuevos núcleos de población que iban en aumento al tiempo que abrían comercios, talleres y fábricas. Con el tiempo se construyeron San Roque (1908), Nuestra Señora de los Buenos Aires (1912) y Nuestra Señora de los Dolores (1923).

El 12 de octubre de 1928 fue autorizada la creación de otras esparcidas por la ciudad, las más cercanas son Nuestra Señora del Consuelo (“La Consolata”), Asunción de la Santísima Virgen  y Todos los Santos y Ánimas, de la cual dependen las capillas del cementerio. Cuando esta última comenzó su actividad en una casa de la calle Otero –la iglesia se fundó varios años después- recién se habían inaugurado “Las Colectivas” que traería a más de cien familias a vivir en una sola manzana. Su primer párroco el Presbítero Enrique Lavagnino estuvo más de una década al frente de la Iglesia y parece ser que fue el pionero en usar megáfono en las procesiones por las calles del barrio.

Mientras tanto “La Resurrección” como la llaman familiarmente los vecinos fue creada el 25 de julio de 1934 y estaba ubicada en Dorrego “a media cuadra de Triunvirato” cuando fue bendecida e inaugurada el 24 de abril de 1937. La crónica señala que a las 16 horas una nutrida concurrencia asistió  a la ceremonia religiosa presidida por el entonces Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Santiago Luis Copello.

Varias publicaciones recogieron la solemnidad del acto. Caras y Caretas lo registró en su ejemplar del 8 de mayo de 1937.

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Después de ser recibido por los padrinos del templo el Dr. Omar Álvarez Balbín y su esposa Gilda Comastri el prelado dijo unas palabras en reconocimiento “ al R.P. Adolfo Tornquist, salesiano, quien dedicaba el nuevo templo a la feligresía en memoria de sus padres”. Ernesto Tornquist y Rosa Algelt habían sido en cierta forma dueños -recordemos que era una sociedad- de la otrora manzana “A”. Una de las crónicas brindó detalles de la ceremonia religiosa: “Frente al altar mayor, profusamente adornado con flores blancas y rojas  rezó una breve oración. Seguidamente recorrió el perímetro interior del recinto y luego el exterior asperjando el paramento de los muros con agua bendita, mientras recitaba las oraciones de rúbrica. Al regresar se escucharon las Letanías de los Santos.” Después que el padre Lavagnino dijera unas palabras, el Cardenal Copello impartió la bendición pidiendo a los participantes rezar por el engrandecimiento espiritual de la nueva congregación.

Ese día tuvo lugar el primer bautismo: Osvaldo Felipe Onzari, hijo de Rogelio y Natalia Cebrero; también  ese año se celebró el primer matrimonio entre Roberto Bonfigli y Scioperina Besso que eran vecinos de “Las Colectivas”.

Al día siguiente en una misa solemne fue elevado a la categoría de párroco Monseñor Manuel Moledo que ejerció una intensa actividad pastoral que se extendió más allá de los límites barriales, inició el “Grupo Scout” (1939) y le dio impulso a varias asociaciones laicas.

Le siguió Luis Hilario (1957-1963) al cumplirse el 25° aniversario de la parroquia el 31 de marzo de 1962 el Arzobispo de Buenos Aires Cardenal Antonio Caggiano bendijo el nuevo altar mayor con la imagen de Jesús Resucitado.

Mientras fue párroco Carlos Ramón Reggiani (1963-1969) abrió sus puertas el Colegio –corría el año 1966- hoy “Instituto Resurrección del Señor” que año tras año recibe y revive el  desborde de renovadas energías.

Continuó su obra Boris Gabriel Turel (1969-1977) casi como pionero creó el boletín mensual “El Puente” para estrechar el vínculo informativo con su comunidad.

Con Carlos Cumarianos (1978-1998) comenzó “Cáritas”, abrió sus puertas el “Hogar Maternal” y “La Casita”; y comenzó a emitir “La Radio” (91.3 FM)

Más recientes José María Baliña (1998-2009) y Antonio Roberto Borré que hoy se encuentra al frente para festejar los 75 años  de la parroquia.

También otros sacerdotes  y seminaristas formaron y forman parte de la comunidad, algunos en la actualidad son párrocos en otras iglesias.

IV. Durante sus largos años de vida hubo muchos cambios en su interior; la actual imagen del Jesús Resucitado sobre fondo blanco supo tener pinturas alegóricas, y, durante muchos años, dos enormes ángeles sostenían las lámparas que iluminaban el altar mayor.

La Cruz de la entrada lateral estaba en otras épocas ubicada en la nave izquierda junto con la Virgen y San Juan; y más recientes son las pinturas de la “Instauración de la Eucaristía” y “Pentecostés” que en 1986 pintó Luis Espinosa -su papá Eduardo “el Gordo” Espinosa tuvo una fecunda actividad pastoral en los grupos laicos-  falleció hace muy poco tiempo.

Por su extensa e intensa actividad pastoral al frente de “La Resurrección”  Manuel Moledo y Carlos Cumarianos se encuentran enterrados en la Iglesia.

V. El filtro del tiempo le dio a la comunidad una nueva fisonomía, por ser un barrio de gran movimiento; allí concurren viejos y nuevos vecinos que tejen un lazo sutil con los que “están de paso” y elevan una oración… son el espíritu del lugar que temporalmente las alberga y que este año cumple sus primeros 75.

LIC. STELLA MARIS DE LELLIS (*)

(*) Publicación extraída de “aquendevecinal.blogspot.com/…/75-aniversario-de-la-parroquia-la.html” -viernes 11 de mayo de 2012.

DESCRIPCIÓN DEL TEMPLO

I. El padre Tornquist.

Cuando se inauguró el templo de Resurrección del Señor en 1937, hacía ya varios años que había comenzado a funcionar su inmediata vecina barrial, la parroquia Todos los Santos y Ánimas. Primero en forma precaria dentro de un  domicilio particular en la calle Otero, aunque antes de transcurrir dos años se mudaba a la cripta que constituiría su segunda sede, construida esta vez en la vereda de enfrente y sobre la cual se edificaría por último la iglesia superior y actual en 1948.

Es por aquellos primeros tiempos cuando hacemos aparecer en escena el nombre del Ing. Adolfo Tornquist Altgelt (1887-1971), décimo entre los trece hijos de Ernesto Tornquist –conocido financista e industrial- y Rosa Altgelt. Se había recibido de ingeniero civil en 1915, pero ya antes había decidido consagrase al sacerdocio, aunque sin saber “cómo, ni cuando, ni dónde”, según sus apuntes autobiográficos. Una recorrida patagónica y la óptima impresión recibida allí de las huestes de Don Bosco decidieron su vocación. Se trasladó a Estados Unidos, donde, luego de recibir las órdenes menores, fue ordenado sacerdote el 20 de junio de 1920. Emprendió luego varios viajes que lo convirtieron en eficaz misionero salesiano –dominaba el inglés- llegando a dirigir un colegio católico en Bombay.

Excedería largamente el propósito de esta breve reseña indicar los hitos de la fructuosa y bienhechora vida del Padre Tornquist. De acuerdo a sus propios deseos, sus restos descansan –en ilustre compañía- a la diestra del ingreso a la Basílica de María Auxiliadora en Fortín Mercedes, donde también estuvieron tantos años los de Ceferino Namuncurá, por él repatriados.

Y enlazando lo expuesto con Resurrección del Señor, es entonces cuando el prestigioso salesiano toma la decisión -entre muchas otras similares que realizó al recibir la herencia paterna- de donar en 1928 la suma de cien mil pesos al Obispo Auxiliar de Buenos Aires, Mons. Santiago Luis Copello, para la erección de una nueva parroquia, que resultó a la postre la que comenzaremos a transitar.

Concretada la donación, el templo fue concluido arquitectónicamente en 1934 y abrió sus puertas a los fieles el 25 de septiembre de ese año. En uno de sus números, la publicación parroquial “Pan de Vida” recoge el relato de la inauguración por parte de un asistente, destacando que el Padre Moledo, joven sacerdote proveniente de Santa Julia, fue acompañado en la oportunidad por un grupo de personas que lo seguía fielmente, atraído por la profundidad de sus homilías. El recinto estaba colmado y había gente que participaba del acto en la vereda, escuchando su desarrollo mediante los parlantes allí instalados.

El flamante párroco se hizo querer rápidamente y los vecinos y comerciantes del barrio disfrutaron de su afecto gracias a las entrevistas que promovía y las visitas que recibían de él.

La bendición del nuevo recinto religioso por parte del destinatario de la donación -ya Cardenal- tuvo lugar finalmente el 24 de abril de 1937.

II. Fachada.

Antes de iniciar su recorrido conviene recordar que el templo reiteró el estilo favorito del Cardenal Copello, quien notoriamente prefería la solidez del neorrománico a la esbelta y aguda elevación del neogótico. Prueba de ello es observar la gran diferencia cuantitativa entre ambos estilos al edificarse las nuevas parroquias que aquel propició mientras estuvo al frente del Arzobispado de Buenos Aires, sea en forma directa o indirecta (esta última durante la breve titularidad de Monseñor Bottaro). Y quien lo concretó fue su mayor colaborador edilicio: el Arq. Carlos C. Massa.

Si examinamos la fachada, la hallamos muy parecida a un grupo de iglesias de la misma época, calificadas por un autor como pertenecientes a un neorrománico tardío, como la ya invocada Todos los Santos y Ánimas, presentándose “en forma unánime el campanario unido al cuerpo principal de la nave que se expresa hacia la vía pública con una fachada de un cuerpo con cubierta a dos aguas y atrio sugerido con arquivoltas” (1).

El pórtico de entrada se encuentra retirado de la línea de la vereda y está rodeado por dos cuerpos de edificio, correspondientes el de la derecha al Instituto Resurrección del Señor -más elevado- y el de Caritas y otras actividades parroquiales el de la izquierda. Ello conforma un amplio atrio adecuado para la reunión de los fieles.

Hay varios ventanales sin imágenes sobre el frente -característica que se repetirá en el interior del templo- culminando con dos de ellos ciegos y uno central de mínima abertura, rematando todo una cruz de aspecto céltico. Sobre ella, cabe recordar la nostálgica acotación de un conocido historiador porteño: “nuestro padre, el andaluz Diego del Pino, artesano y dibujante, diseñó y construyó todos los elementos de herrería (del templo), desde la cruz hasta las rejas de la parte baja” (2).

También destacamos a la derecha un nicho vidriado conteniendo la imagen triunfante de Jesús resucitado. Cuando se inauguró la parroquia, el altar mayor la exhibía en su centro, pero como aparecía empequeñecida y lejana frente al gran tamaño de aquel, al modificarse el presbiterio retirándose el altar mayor para su reemplazo  -concluido el extenso y prolífico período del P. Moledo- se decidió colocarla en su actual lugar para que los feligreses pudiesen venerarla con más cercanía, antes de ingresar a la iglesia o al pasar frente a ella.

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En la parte superior derecha de la fachada campea el escudo del Cardenal Copello, recordatorio habitual en las parroquias que logró erigir durante los años de su arzobispado.

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Escudo original
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Fachada de la parroquia

En el tímpano del pórtico de acceso admiramos un iluminado vitral semicircular, fruto de una donación privada, conteniendo la representación de Jesús resucitado con los discípulos de Emaús, obra artesanal de Pablo Felliver Subirats producida en 2016 e inaugurada siendo párroco el P. Martín Rebollo Paz. La pieza se origina en la firma de origen catalán Vitraux Subirats, con larga trayectoria en el país al haberse especializado en ese arte al través de cuatro generaciones.

Tiene el vitral una particularidad: entre los discípulos de Emaús se visualiza una figura femenina; se fundamenta artísticamente en que la identificación evangélica de aquellos discípulos no excluye tal posibilidad.

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Al caer el sol, la fachada de Resurrección del Señor se reanima y cobra nueva vida al complementarse la iluminación exterior con la brillantez del vitraux.

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El nuevo tímpano reemplaza la antigua cerámica de Nuestra Señora de Luján que allí se exhibía. De todas maneras, una imagen de esta advocación mariana se encuentra en la nueva hornacina vidriada del costado izquierdo del frente, paralela a la puerta de  ingreso al Instituto parroquial. Otra más encontraremos dentro del templo.

Termina esta parte introductoria con un recuerdo del campanario que vemos detrás de la fachada. Tuvo su utilidad en los inicios de la parroquia, pero al resultar dificultoso reparar las campanas cuando ello se hizo necesario, las mismas tuvieron que ser reemplazadas por grabaciones electrónicas que las reproducían, hasta que el paso del tiempo unido al aumento de la edificación vecina y la población barrial,  convirtieron sus antiguos sones en nostálgicos recuerdos del pasado.

III. Interior.

1. Ingresados al nártex, a la derecha del mismo una serie de placas recuerdan a los sacerdotes que pasaron por el templo y otros grupos que realizaron actividades en ella. Pero, especialmente, se destaca la que rememora la donación del P. Adolfo Tornquist que hiciera posible la existencia de Resurrección del Señor. También en el mismo costado de esta placa se encuentra la entrada a la santería de la parroquia, inaugurada durante la titularidad del P. Cumarianos.

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Enfrente se sitúa lo que originariamente fue el baptisterio con su importante pila de mármol; desafectado litúrgicamente el lugar se instaló allí la secretaría parroquial, necesitada con el tiempo de mayor espacio para sus actividades.

2. Una vez en el interior del templo, sus paredes blancas sumadas a arcos, ventanales y molduras color ocre le dan al ámbito un cierto matiz neocolonial.

Nuestra atención se concentra en las tres naves, separadas entre sí por siete arcos formeros de medio punto que dividen la principal de las laterales, y cuyas columnas de sustento coinciden exactamente con los arcos fajones que fraccionan el cielorraso del templo en igual cantidad de sectores. Dentro de cada uno de ellos se observan paños cóncavos bien diferenciados, lo que también ocurre en el techo de las naves.

Las columnas concluyen en capiteles exhibiendo distintos símbolos cristianos.

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Antes de comenzar nuestro tránsito por  la nave derecha, apenas pasado el acceso del nártex al recinto, vemos una lámina parcialmente enmarcada y protegida con un vidrio que reproduce la imagen de santa Teresa de Calcuta.

A continuación, luego de superar una puerta que comunica con el Instituto Parroquial y sólo es habilitada en las celebraciones importantes (3), vemos sobre una peana de madera (como las restantes del templo) la clásica imagen de la Inmaculada Concepción con los tres ángeles a sus pies. Es la de mayor tamaño dentro de las que exhiben en las naves laterales.

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Nave derecha

Le sigue un confesionario de época con revestimiento metálico repujado. Originariamente hubo tres en la parroquia, de los cuales uno fue donado a una iglesia rural.

Luego, casi en la mitad de la nave, hallamos la representación del Sagrado Corazón. No es original de la primera época: ante la desaparición de la que sí lo fue hubo que adquirir otra para satisfacer la profunda devoción de los fieles.

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A renglón seguido, se nos presenta un armonio de importante dimensión utilizado para las celebraciones. Es de origen europeo y estuvo en funciones  desde casi la inauguración de la parroquia, instalado entonces en el coro. Al destinarse este último a las actividades de Caritas, el instrumento fue descendido y ubicado en su actual lugar. Aún antes hubo otro más pequeño prestado por un vecino, el cual “lo traía mientras no lo necesitaba…”  (4).

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Sobrepasada otra puerta de igual destino que la anterior en la misma nave,  vemos -enmarcada- una lámina de San Juan Pablo II. Y ya en el final de este sector se eleva otra peana conteniendo la imagen de Nuestra Señora de Luján en un pequeño ámbito parcialmente enrejado.

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Sobre ella, un llamativo cuadro de Jesús con los apóstoles en Pentecostés. Con relación al mismo y al que se encuentra en idéntico lugar de la nave izquierda, la Lic. De Lellis nos informa sobre su origen: “recientes son las pinturas de la “Instauración de la Eucaristía” y “Pentecostés” que en 1986 pintó Luis Espinosa” (5).

El autor, graduado en Bellas Artes e hijo de un matrimonio muy vinculado a la parroquia, le ofreció al Padre Cumarianos realizar dichas pinturas para darle mayor revestimiento y vivacidad al templo, lo que éste aceptó, permitiendo así a los feligreses disfrutar de ambas.

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Debajo, las tumbas de Mons. Manuel  Moledo (12/12/1907 – 24/06/1988) y del Padre Carlos Cumarianos (25/10/1930 – 31/07/1998). Recordamos especialmente al primero, reconocido escritor y conferencista, quien fue asesor de la Acción Católica Argentina, fundador de la Liga de Madres y alma mater de la Asociación Cristina de Dirigentes de Empresa, entre sus muchas actividades. Como dijimos, fue el primer párroco de Resurrección del Señor, conduciéndola entre 1937 y 1957.

Es interesante un relato suyo sobre los comienzos de la parroquia: “…la Resurrección …era una iglesia que se acababa de construir en un barrio donde nadie iba a la iglesia. Era un barrio de llegados de Polonia, de Alemania, de los judíos salvados de la persecución nazi. Y de anarquistas españoles, italianos… En la Resurrección no había más que las paredes. Tuve que comprar los bancos, hacerlo todo. Quise enseguida hacer una parte para los jóvenes, toda un área de la iglesia exclusivamente para ellos, donde se pudieran reunir…» (6). El P. Moledo, realmente, de la nada puso en marcha la flamante parroquia: hizo construir salones (hoy ocupados por las tres primeras aulas del colegio anexo) y hasta un consultorio. Pero lo más importante fue la fundación de las instituciones internas que dieron vida al templo naciente. Recordemos que eran famosas sus homilías (el templo era rebalsado por los asistentes) y sus pioneras pláticas televisivas, habiendo instaurado esa costumbre en el país.

3. El presbiterio se encuentra en un lugar más elevado que el resto del templo, ascendiéndose a él por cuatro escalones.

 El altar mayor cuando se inauguró la parroquia era de magnífica madera policromada, fruto de la renombrada artesanía del Perú, abarcando todo el alto y ancho del ábside y exhibiendo en su centro la imagen de Jesús resucitado que vemos hoy en la hornacina vidriada de la fachada. Un elegante comulgatorio constituía el límite presbiteral. Luego del retiro del P. Moledo, el altar fue quitado por su sucesor -P. Hilario- atento el estado de deterioro que presentaba, siendo reemplazado por el actual retablo de mármol, obra de la reconocida firma Mahlknecht Hnos S.A. -con taller en la proximidad del templo- la que contribuyó con generosidad y entusiasmo a su artesanal creación.

El lugar central se halla ocupado por la  triunfante figura de Jesús Resucitado, enmarcada por dos columnas de mármol rojo coral de origen nacional con capiteles corintios que culminan en un arco de medio punto conteniendo la inscripción “Resurrexit sicut dixit. Alleluia” (Resucitó, según predijo. ¡Alegrémonos!), todo lo cual es rematado por una cruz de aspecto céltico como la que corona la fachada de la parroquia. Acotamos como experiencia personal que en un lugar visible del taller que produjo la imagen se encuentra, debidamente resguardado, el modelo –de menor tamaño – que se utilizó para su realización.

Y agregamos otra breve referencia: el ábside tenía anteriormente como fondo de la efigie de Jesús Resucitado una pintura cuya preeminencia del azul le servía visualmente de entorno; su paulatino deterioro obligó a eliminarla, quedando únicamente la imagen como referencia central del retablo.

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A ambos lados de ella, aunque subyacentes y más pequeñas, se ubican las representaciones de San José con el Niño y Nuestra Señora del Carmen.

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La parte baja del retablo es de mármol cipollino.

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Tanto el retablo mayor recién descripto como el altar actual –que ostenta el Cordero en su centro y las letras alfa y omega en sus costados, helénico símbolo del principio y fin de todas las cosas que Jesús representa- así como los revestimientos laterales del presbiterio fueron construidos en mármol por la citada empresa Mahlknecht Hnos S.A., siendo instalados durante la titularidad del P. Luis Hilario. También de igual material,  aspecto y origen es el ambón ubicado a la izquierda del altar.

 En cambio, la pila bautismal que igualmente lo flanquea se destaca por su original apariencia, tanto por ser obra de alfarería el recipiente sacramental como por encontrarse inclinado hacia el centro de la nave. Fue adquirida siendo párroco el P. Cumarianos.

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A ambos costados del ábside, dos puertas conducen respectivamente a la sacristía y contrasacristía.

Antes de abandonar el presbiterio cabe un recuerdo. Es el del antiguo púlpito,  muy cercano a él y ubicado originariamente a la izquierda de la nave principal, poco antes de su finalización.

4. Nave izquierda. Iniciamos su recorrido por el sector inmediato al presbiterio. Allí, en otro rincón parcialmente enrejado y sobre su pedestal de mármol, se encuentra el Sagrario de bronce con el símbolo del crismón en su centro. Lo flanquean las letras del mismo origen helénico alfa y omega, recordándonos que en su interior habita el principio y fin de todas las cosas.

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En este lugar había originariamente un altar de madera donde solía celebrarse la misa y que ostentaba las imágenes de Nuestra Señora del Carmen y de San José, hoy reubicadas en el retablo mayor.

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Nave izquierda

Arriba del Sagrario se halla la otra pintura de Jesús en la última cena instituyendo la Eucaristía, complementaria de la que se encuentra en la nave derecha y que ya hemos comentado.

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Avanzamos hacia la mitad de nuestro trayecto y vemos, simétricamente enfrentada con la del Sagrado Corazón de la otra nave –aunque de menor tamaño- la representación clásica de Santa Teresita del Niño Jesús portando el crucifijo y las rosas. En los primeros tiempos estuvo precisamente en ese lugar la ya invocada efigie del Sagrado Corazón.

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También enfrente del contemplado en la otra nave, nos hallamos ahora ante otro confesionario de igual aspecto, aunque sin cubierta metálica.

Llegados casi al final, y sobre igual peana que las anteriores, aparece la pequeña imagen de San Cayetano con el Niño.

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Ubicados ahora en el sitio paralelo a la lámina que observábamos en la otra nave de la Madre Teresa, tenemos delante una cruz importante y de gran tamaño; allí nos impacta el expresivo dolor del rostro de Jesús. En la época inicial la cruz formaba parte de un Calvario emplazado en este sector del templo junto con las imágenes de la Virgen María y de San Juan Evangelista. En las postrimerías del siglo pasado estas dos últimas fueron retiradas de allí.

También lo fue una estatua que se encontraba dentro del recinto parroquial desde los primeros tiempos y que evocaba a San Antonio de Padua.

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Llegados al final de nuestro recorrido observamos la pila con agua bendita de época y su conocido monograma superior JHS (Jesús, Salvador de los Hombres).

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Bajamos la vista y vemos el piso del templo, tal como era desde los días de su inauguración.

Resta destacar, como colofón descriptivo, que la iluminación natural del recinto religioso se logra mediante ventanales ubicados en la parte superior de cada nave, a los cuales debemos adicionar los existentes en el ábside y coro -algunos de ellas cegados- de modo que, del total cercano a la veintena, sólo ocho sin imágenes y con vidrios de color ambarino cumplen esa tarea. La iluminación artificial consta de apliques modernos distribuidos alternativamente entre las columnas, sumados a los reflectores que los refuerzan desde el techo. El templo tenía en la época de su inauguración dos importantes arañas que fueron retiradas cuando se produjo la reforma litúrgica post- Concilio.

Las estaciones del Vía Crucis se encuentran repartidas entre los sectores que fraccionan los arcos formeros dentro de las naves. En cuanto al amplio coro, una baranda dividida en tres partes adornadas con dibujos geométricos permitió a quienes fueron sus originales ocupantes complementar las celebraciones religiosas mientras visualizaban cómodamente las naves; hoy tiene un destino diferente.

IV. Epílogo. Ya retirándonos de Resurrección del Señor, entendimos concluida esta reseña con la visión final del templo y del instituto que fuera su consecuencia, sumado al recuerdo de la vasta obra de sus párrocos.

Sin embargo, en la misma esquina de la Avenida Corrientes y Dorrego, nos esperaba una agradable despedida. En el inicio de la plaza Los Andes -impensado cementerio primigenio- aparece una pequeña y vívida construcción destinada a recordar al  barrio y los viandantes que están bajo la protección de Nuestra Señora de Luján. La idea inicial de una destacada feligresa, unida al empuje del P. Cumarianos, dio origen a esta emotiva extensión de la obra parroquial inaugurada el 8 de diciembre de 1987.

Recogidos un instante, recién entonces sentimos acabada la tarea de describir la prestigiosa parroquia de Chacarita, nacida como fruto de una donación providencial y crecida bajo el influjo de un objetivo: la resurrección de la fe.

ERNESTO MIQUEO

 

(1) Lázara, Juan Antonio: “Las iglesias clonadas de Buenos Aires”, Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas”, N° 164, Buenos Aires, 2011.

(2) Diego A. del Pino: “Chacarita y Colegiales”, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1994, pág. 70.

(3) en los orígenes del Instituto, esta puerta y la siguiente en la nave funcionaban como ingreso obligado al mismo, con las lógicas complicaciones que acarreaba.

(4) Cayetano Francavilla: “Historia de Villa Crespo”, Edición del autor, Buenos Aires, 1978, pág. 78.

(5) Lic. Stella Maris De Lellis (“aquendevecinal.blogspot.com/…/75-aniversario-de-la-parroquia-la.html” –  viernes 11 de mayo de 2012).

(6) De Imaz, José Luis, “Escuchando a Moledo”, Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa, Buenos Aires, 1987.

FUENTES:

–  De Lellis,Stella Maris: “75° aniversario de la Parroquia Resurrección del Señor”. Publicado en “aquendevecinal.blogspot.com/…/75-aniversario-de-la-parroquia-la.html” –  viernes 11 de mayo de 2012.

–  Francavilla, Cayetano: “Historia de Villa Crespo”, Edición del autor, Buenos Aires, 1978.

 –  del Pino, Diego A.: “Chacarita y Colegiales”, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1994.

–  “Pan de Vida”, publicación mensual de la parroquia Resurrección del Señor.

– Testimonios –orales y escritos- de las secretarias parroquiales Elsa De Luca, Rosario Yaconis y Marta Passuco. 

– Información oral del P. Martín Rebollo Paz, párroco de Resurrección del Señor (2016).

–  Información escrita y oral de los Sres. José Luis y Augusto Mahlknecht.

–  Fotografías del Sr. Mario Pignataro.

–  Fotografias facilitadas por la firma “Vitraux Subirats”.

 

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